Escapa.

Que no es tan difícil.
Ponme otra copa y siéntate al filo de la navaja.
Muévete. Ya no corta.

Ahora miro pasar las horas como si mi reloj con las contara.
Quédate aquí, yo te ayudo a sonreír un poco.
Mirar hacia delante y quedarte detrás.

No me cuentes cuentos que ya me los se todos.
Los leí por miedo a que una noche viniera el coco.

Y aquí sigo, una noche más, leyendo cuentos, porque siempre me falta alguno.
Quiero evitar que me cuentes otro más, y me lo crea...

Y con esta, van 200.

200 veces que lo intenté. Y 201 fallé.
Quiero decirte algo.
No se muy bien el qué.

No gires la cabeza como que no va contigo. Eso se te da demasiado bien.
Ya se de sobra las veces que he metido la pata. No hace falta que las cuentes.
Sé que te faltan dedos.

Congelaré aquel momento.
A veces se me acaba la inspiración, me la bebo de un trago y me escuece el corazón.
Culpa del whisky barato. O de tu nueva canción.

Gano todo lo que apuestas, y aún así salgo perdiendo.
No entiendo nada. Explícamelo. Las reglas del juego ya no las pongo yo.

Se me acaba la inventiva, me la robas si me descuido.
Y te quedas mirando como si no fuera contigo.

Aquí estoy, escribiendo una canción más, o una poesía, qué mas da.
El amanecer te enseñará lo que no quieres ver.

El miedo ha caído, soy libre.

我爱你.

Parece fácil; escupir dos palabras, tragarte el orgullo y rendirte en su cama.
Sentarte en la luna, hacer un pacto con su espalda.

Dibujarle con los dedos qué forma tiene la vida. Recorrer sus mejillas, bucear en sus ojos aunque no hagas pie. Acostumbrado a vivir en charcos, su óceano te queda grande.

Entender que no sabes decirle que no.
Créeme, se que sensación es.
La experimento cada día.

No puedes hablar de sueños. Porque el tuyo lo tienes al lado.
Cuando lo tienes todo, es muy difícil imaginar la nada.
Y al sentir que caes, te tropiezas de golpe con su sonrisa. Y sin saber cómo, flotas.
Reflotas.
Relajas los músculos, porque sabes que nada puede ir mal.

Te tumbas en su respiración; en sus gemidos.
Quieres vivir así para siempre. Por un momento crees que es posible.
La vida te sonríe, y le haces cosquillas para que todo siga igual.