"Soy pájaro en mano. Tú ciento volando."

....

Desde aquel día, odio los taxis.
Y cualquier otro vehículo o medio en el que se aleje de mí.

Una de las últimas veces que la vi, me quedé viendo cómo se alejaba.
Jugando con una moneda en la mano izquierda.
Pensando en si estaba tocando la cara o la cruz.
Quería pasar aquel momento por mi cabeza un millón de veces, a ver si así, mi corazón era capaz de comprender que ella iba hacia el lado contrario.

Se giró un par de veces.
No sé muy bien para qué.
Quiero pensar que para comprobar que no me había desintegrado al verla marchar.
O tal vez para ver hasta qué punto estoy dispuesta a esperar.

El caso es que me quedé clavada en el suelo.
Con lágrimas en los ojos y rabia en la boca.

Cuando por fin se metió en el edificio, ya no tenía sentido seguir ahí. No volvería.
O tal vez sí. El caso es que conté hasta diez. Y me di la vuelta.

Tenía unas ganas de ella que no se me iban a quitar ni con ella.
No quería alejarme de allí.
Podía ir a cualquier parte en un radio de diez metros.
Pero no alejarme. Era un imán y yo un triste trozo de hierro.

Solo había una forma de huir de aquel magnetismo, y era fundiéndome.

Y eso hice; fundirme.

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