Los domingos por la tarde siempre es pronto,
se convierten en los días blancos de la semana.
Es tarde para quedarse, pero pronto para irse,
y si cierras los ojos, ves lo que te dejaste en el cajón de la izquierda.
Ese en el que guardabas lo que querías olvidar,
y nunca funcionaba.
pero si no tienes chimenea, poco se puede hacer.
Es entonces cuando escribes sin pensar,
y salen letras desordenadas, y versos inacabados.
Pero los dejas ahí, asimétricos, con la esperanza –inútil–
de arreglarlos en algún otro rato.
Probablemente un domingo.
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