26F.

Has de poner los pies en el suelo, y para eso, alguien ha de cortarte las alas. 
Aunque no es suficiente.
 
Recuerdo la última vez que lo intenté.

Pataleaste hasta formar un remolino a tus pies...
 
Todos tenemos alas.
Pero no debemos usarlas.
Esas alas solo pueden hacer volar nuestra imaginación.
 
Nada más.
 
Yo las tengo escondidas.
Mi chica las cuida cada noche.
Comprueba que todavía vuelan.
Les saca brillo.
Porque sabe que si fallan,
yo pasaré a ser nada.
 
A veces revoloteo a su alrededor,
me gusta hacerlo.
Ella vigila que no tropiece.
Me indica por dónde ir.

Juega con ellas, - no dejo a nadie que lo haga.

y me relajo. Sé que están a salvo en sus manos.
 
Otras veces se limita a tocarlas,
acariciarlas, rozarlas.
Incluso hay noches, ¡que se conforma con mirarlas!

desde cerca, sentada bajo mi espalda.
 
Y después las pliega.
 
No sé qué sería de mi sin ella,
ni sin ellas.
 
Probablemente,
seguramente,
jamás saldrían solas estas letras.