"Soy pájaro en mano. Tú ciento volando."

Now.


Mírate.
Ahí sentada con toda una vida por delante, y otra poca por detrás. Frágil. Tienes en la cabeza cientos de sueños, un montón de ilusiones acumuladas sin más. No pensabas que las ilusiones pudieran ser un lujo que no todo el mundo tiene. Hasta hace poco no sabías qué sabor tenía la rabia, cómo dolía un fracaso, quién era capaz de hacerte llorar.
No entendías muchas cosas; huías de ti misma con la esperanza de conseguirlo. Ignorabas que las lágrimas en ciertos ojos escocían más que en los tuyos.
Hablabas sin pensar en que siempre hay alguien que está escuchándote.

No sabías que a veces lo más caro no es lo mejor. Llamabas al silencio de una forma peculiar.
Bailabas en una lluvia de palabras que jamás comprendiste, pero jugabas a eso, a bañarte en ellas como un bálsamo que te va a conceder la libertad.
Libertad.Tú que creías que esa palabra era tu flotador en medio del Pacífico. Y aún así sentías que te ahogabas.

A ti que nunca te dio miedo jugar en medio de la oscuridad, pero dormías con la luz del pasillo encendida. Veías sombras las noches de tormenta, y curiosamente todas iban hacia ti.

Nunca te gustaron los días de viento. Te deshacía el pelo.
Jamás dabas un paso sin medir a qué distancia tenías la siguiente baldosa. No dejabas nada al azar, asegurabas cada milímetro.

No confiabas en la suerte. Sabías que las casualidades existen, pero nada más.
Justicia.
Creías que era posible.
Hacías malabarismos en la cuerda floja a pesar de sujetar allí arriba todo cuanto tenías. Tropezar era habitual en ti. Eras nervios, hiperactividad. Aunque algo de eso aun queda.

Equilibrio. Una balanza en equilibrio.
A eso estás destinada, a encontrar ese punto medio. Simetría, igualdad, equidad.

Para ti ídolos eran los tipos forrados que salían en la serie del momento, los protagonistas del Peliculón de Antena 3, los héroes que salvaban a la chica justo media milésima de segundo antes de que explotara el reactor al que estaba atada.

Te alteraba el sonido del teléfono cuando no lo esperabas. Odiabas que algo saliera mal por tu entera culpa. No pensabas en la remontada, solo en la inútil venganza.

Buscabas la salida que tú misma te habías cerrado muchas veces. No eras capaz de encontrar la belleza en una sonrisa o en un par de palabras. Te sentías perdida cuando algo no salía según habías planeado.

Y ahora, ¿qué?

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