Young people.

Cuando no sabes muy bien dónde vas, es muy fácil quedarse en cualquier sitio, creyendo que es el tuyo.
No es fácil hacerlo todo difícil, como hacemos nosotros. Pero casi siempre complicamos las cosas hasta un punto tan alto, que ni de puntillas llegamos.

Nos limitamos a seguir una rutina. Tan aburrida que a veces podemos llegar a querer romper nuestro día a día. Aunque sea a base de martillazos.

Porque con 17 años, el mundo se queda pequeño, y cuatro paredes se convierten en una cárcel. Queremos comernos el mundo, aunque ello implique una indigestión. Porque por muy pronto que salgamos de casa, siempre llegaremos tarde.

No vemos los problemas si no es en una ecuación logarítmica. Nos cuesta admitir que no queremos crecer, pero ansiamos ser mayores.
No sabemos de límites. El infinito es poco.

Preferimos tropezar mil veces, y levantarnos, que qué nos lleven a rastras.

Y por muy bajo que caigamos, siempre estaremos en las nubes.